
Hoy, su pié izquierdo pisó la mañana. Derramó el café en
el desayuno sobre la blusa. El reloj apresuró las horas y
llegó tarde al trabajo.El pronóstico se equivocó y murió de
calor hacia el mediodía, demás está decir que se le corrió
el maquillaje y el pelo alcanzó la humedad deseada para
enrularse de manera odiosa, poco sirvieron los minutos
que pasó con la planchita. Se privó del almuerzo para
adelantar tarea y llenó su estómago de pastillitas de menta
y cigarrillos que terminaron vomitados en el baño de la
oficina. Era un día terrible donde el malhumor reinaba
entre papeles, escritorios y teléfonos que sonaban sin pausa.
Finalmente el jefe en un acto misericordioso la envió a casa.
El ascensor como de costumbre , otra vez descompuesto,
por lo que tuvo que bajar los seis pisos junto al tropel de
pisadas y bullicio colectivo que retumbaban en su cabeza.
Salió a la calle, se le escapó el taxi y por correrlo rompió el
tacón de su zapato adorado y comenzó llover. En pocos
segundos su ropa y demás cosas se empaparon.Fueron las
gotas que rebasaron su vaso lleno de mierda. Un cúmulo de
situaciones imprevistas en su trágica existencia desde que
él se había marchado del hogar junto a su mejor amiga luego
de que los encontrara en la cama, el día de su cumpleaños
y recibiera de obsequio un puñal por la espalda.
Sus lágrimas saladas se mezclaban con el agua dulce y esa
sensación ambivalente de sentirse una estúpida le hizo reír
a carcajadas desprendiendo sus ropas y quedando como
su madre la trajo al mundo. Echó a correr entre las gentes
atónitas,las bocinas y el tránsito entorpecido por su causa.
Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien, perdida, feliz.
La vergüenza se escapó de sus manos y la libertad fue
absoluta. Su corazón comenzó a latir oyéndose realmente
viva. En la otra acera, un hombre desnudo y desposeído como
ella, sonreía feliz pisando sus propias ropas , sus ojos se
cruzaron fugaz, preciso y precioso. Un misterio, una situación
absurda y por demás bella los incitó a acercarse. Se olieron,
se tocaron y sus pieles quedaron a gusto cuando sus bocas
comieron el cielo a besos, olvidando sus nombres.
Ellos solos, sobre la faz de la tierra y un paraíso de posibles ,
de presente y de sueños rotos.
HUMO